miércoles, 13 de octubre de 2010

Los Odios de los Colombianos

Actividad : Deben hacer un ensayo de una cuartilla con sus comentarios.
Para hacer un estudio sobre los odios de los colombianos, le basta leer los foros de los periódicos.
Si un extranjero medianamente sensato leyera durante un tiempo lo que escriben los lectores de los periódicos colombianos en sus ediciones digitales, pensaría que este país vive en estado de crispación, armado de odios y dispuesto a resolver las cosas de la manera más expeditiva: eliminando al oponente.
Creo que la ferocidad de estas reacciones expulsó de estos foros a muchos lectores sensatos, dispuestos a opinar y disentir. Al ser incapaces de competir con bajezas, se abstienen. No hay matices; hay extremos, como en muchos aspectos de la vida nacional. El epíteto les puede a las ideas; la bravuconería, a la búsqueda de acuerdos.
Este tipo de foros, inevitable ya en el periodismo, más que enriquecer la comunicación, cumple una pequeñísima función psicoterapéutica: reduce mínimamente el componente de agresividad irracional, exorciza por un momento los demonios de la intolerancia y tranquiliza el sistema nervioso en los minutos que se gastan para escribir un párrafo. Pero, viéndolo bien, no cambia al sujeto, lo excita cada vez más.
En este circo "democrático", no se polemiza, se injuria; no se argumenta, se agrede. Como en las barras bravas, se sabe de antemano a cuál equipo se aplaude, a cuál equipo se le arrojan botellas.
Quien quiera hacer un revelador estudio sobre las pasiones y odios de los colombianos, le bastaría leer, archivar y procesar miles de "opiniones" vertidas a diario en estos foros.
Hagan la prueba con estos nombres: Piedad Córdoba, Álvaro Uribe Vélez, Íngrid Betancourt, Corte Suprema de Justicia, Roy Barreras, Antanas Mockus, Hugo Chávez, Andrés Pastrana.
No propongo los nombres de Carlos Castaño o 'don Berna': la memoria de muchos colombianos es corta y estos nombres no suscitan las pasiones de antes.
No será difícil hacer desde estos espacios el diagnóstico de nuestros males morales ni medir nuestro nivel de tolerancia, la disposición a aceptar o desconocer la verdad, la manera de resolver nuestras discrepancias o de proponerles soluciones a nuestros problemas.
Sabríamos lo que pensamos de la venganza y lo que creemos de la justicia.
Hace dos años decidí abrir un correo personal y ofrecerlo a los lectores de mis columnas. Comprobé dos o tres cosas: que la ferocidad de los foristas está estimulada por "la masa" de participantes, y que las reacciones inmediatas hacen parte de un ritual exhibicionista en vivo y en directo.
Desde ese correo he intercambiado ideas, matizado, aclarado ambigüedades y discutido malas interpretaciones de mis columnas.
De vez en cuando, asoma algún insulto, pero, independientemente del acuerdo o desacuerdo entre columnista y lectores, existe la posibilidad de continuar o interrumpir el diálogo con un "cordialmente".
Algunos me reprochan la "cobardía" de haber deshabilitado los comentarios. Me piden que dé la cara, que sea "varón" y que tenga pantalones.
Y todo porque no quiero hacer maromas en el circo, ni participar en el simulacro de democracia que hay detrás de esta modalidad de participación.
Preocupa pensar lo que estamos haciendo con estas parcelas de participación. He compartido estas preocupaciones con amigos y me piden que les reste importancia.
Algunos creen que se han creado redes de simpatizantes y detractores en ciertos temas, que esas redes de propaganda se mueven para inducir a los lectores y a la opinión pública a pensar de esta u otra forma.
La hipótesis no es descabellada. Funcionó en las pasadas elecciones. No es descabellada, pero no explica la preocupación de muchos: el contenido de los foros refleja el estado anímico del país.
salypicante@gmail.com
Nota de eltiempo.com: Los comentarios han sido deshabilitados por solicitud del autor.
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/scarcollazos/pasiones_8088240-4.
 

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